Agathe by Anne Cathrine Bomann

Agathe by Anne Cathrine Bomann

autor:Anne Cathrine Bomann [Bomann, Anne Cathrine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-01-01T00:00:00+00:00


AGATHE VII

«Creo que estaba enfadada. No, sé que lo estaba; solo que en ese momento ni siquiera me permitía a mí misma pensarlo. Pero dejé de cantar, apenas tocaba ya el piano, y empecé a hacerme cortes en los antebrazos».

Desde mi sitio detrás de ella podía vislumbrar la blanda curva de sus mejillas, ver cómo se tensaba la fina red de arrugas en torno a sus ojos.

«No sé por qué lo expreso de este modo. ¿Qué opina usted, doctor, es posible sustituir tocar el piano por pequeños cortes en el brazo con un cuchillo de mondar?».

La risa se escondía en su voz.

«Bueno…, por qué no», respondí. «No tiene más que pensar en todo ese arte que ha surgido del sufrimiento y la sublimación».

Llevaba un vestido verde botella y una especie de blusa gris por encima. Zapatos oscuros de tacón bajo que sobresalían justo por el borde del diván. Allí los pies se balanceaban, primero el uno, luego el otro.

«Sea como fuere el caso es que así empezó. Desde entonces me he hecho cortes, arrancado el pelo, golpeado adrede con diversas cosas y estampado la cabeza contra la pared hasta sangrar. ¡Y le puedo asegurar que surte mayor efecto que el éter y las píldoras para dormir!».

«Puede que sea cierto, pero su efectividad consiste en anegar el dolor, no en eliminarlo. No quiera hacerme creer que de veras resuelve sus problemas dándose cabezazos contra la pared, Agathe, simplemente se está castigando por algo que no ha hecho».

Me fastidió haber sonado tan rancio, y cuando su sonrisa se extendió estuve seguro de que era yo el objeto de su diversión.

«No, doctor», dijo, «tiene usted razón. ¿Entonces propone que deje de hacerlo? Qué original».

«Dígame, ¿se toma a broma todo esto?», solté.

«Le puedo jurar que no», respondió cortante. «¡Es como si hubiera sido enterrada viva en mi propia existencia! Habría dicho que era usted capaz de reconocer el humor irónico de un condenado a muerte cuando se topa con él».

Me incliné hacia ella: «Pero ¿qué falta tan grave ha cometido usted, Agathe? ¿Por qué está así de enojada consigo misma?».

Chasqueó la lengua. «¿No ha escuchado nada de lo que le he dicho, doctor?».

«Creo que sí. No obstante, sea comprensiva conmigo y explíquemelo de manera que lo entienda».

Con una sonora espiración sopló su flequillo que se irguió en el aire. La voz recuperó su tono normal al responder: «Estoy enojada porque no he llegado a realizar ninguna cosa. Debería haber sido algo y no soy nada». Por vez primera en nuestras charlas la humedad de sus ojos se reunió en una lágrima que resbaló por la sien hasta alcanzar el cuello blanco. Tuve que concentrarme poderosamente para seguir en la conversación en lugar de que mi mente entremezclase todas las imágenes de Agathe.

«Perdone si suena muy trivial, seguro que ya lo ha oído antes. Pero verdaderamente creí que yo era alguien especial», dijo.

«Y en parte todavía lo cree», respondí, «en caso contrario no estaría así de enojada. Pero ¿al mismo tiempo?».

«¿Qué quiere decir?». La oí sorber y se secó aprisa la lágrima con el dorso de su mano.



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